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El quinteto de los silenciosos |
Alfred H. Barr, fundador del MOMA de Nueva
York visitó el Museo de Arte Abstracto de Cuenca en 1967 y lo describió como el
pequeño museo más bello del mundo. Cuando salió a la plaza de Ronda y miró el
paisaje, debió sentirse como en casa, rodeado de rascacielos. Imaginar la
quinta avenida paseando por el barrio de San Martín no es imposible si se acaba
de contemplar el arte más vanguardista del momento colgado en las paredes de
una casa del siglo XV.
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El surgimiento |
Hoy como entonces, se sigue produciendo
ese milagro al recorrer los distintos espacios en los que se ubica la Vía
Mística de Bill Viola, esa fusión de modernidad y tradición, que eleva el
videoarte a la categoría de representación casi religiosa, en la que adquiere
todo su sentido la inclusión en el itinerario del Museo de Semana Santa, como
colofón pasional de tanto sentimiento como está encerrado en la propuesta del
artista norteamericano. Después, la ciudad hace el resto, enmarcando en sus templos
el mensaje profundo que provoca en el espectador, un cataclismo interior tan
sólo mitigado cuando la oscuridad total de las iglesias deja paso a la claridad
balsámica del entorno. Asomarse a la hoz después de contemplar en San Miguel
“El surgimiento” o “Mujer de fuego”, es el contrapunto perfecto para que el alma
dialogue consigo misma, una mirada al interior, otra en el horizonte.
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El saludo |
Para recobrar el aliento antes de buscar
la otra hoz, es preciso detenerse en San Pedro y viajar a Florencia con sólo
adentrarse en la espiritualidad que envuelve la instalación de la Escuela Cruz
Novillo, donde la majestad de “El saludo” ejerce de imán para la contemplación
del mágico retablo de imágenes ralentizadas, cuya evidente inspiración
renacentista te atrapa en un bucle hipnótico del que es casi tan difícil
escapar como de las obras maestras del “quattrocento” italiano. El antiguo Convento
de las Angélicas no es la Capilla Brancacci pero los personajes de
“Observancia” y “El quinteto de los silenciosos” nos interpelan con el estilo
de las figuras de Masaccio y Masolino.
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Unspoken |
En las Casas Colgadas nos espera la imagen
viva del dolor. Para llegar a ella, los responsables de la muestra han
dispuesto sabiamente un viaje que nos permite revisitar las obras tantas veces
admiradas, y así, en el camino hacia la tristeza nos sobrevuela el imponente ornitóptero
de Zóbel, el Toledo imaginado por Canogar se nos ofrece en su críptico
esplendor y la Brigitte Bardot de Saura nos guiña un ojo desde su condición de
mito icónico del cine y de la abstracción. Cuando por fin llegamos hasta
“Unspoken”, la inefable imagen del sufrimiento plasmado en oro y plata nos
atrapa durante la media hora más emocionante del arte moderno. Es necesario
sacudirse la conmoción para continuar la visita al reclamo de las durmientes
soñadoras que se alojan en la sala del artesonado del museo, como en su día lo
hicieran los moradores de la casa del Bachiller González de Cañamares. La
experiencia de contemplar a Sharon y Madison en pantallas de alta definición
instaladas en una estancia decorada quinientos años atrás nos invita a viajar
en el tiempo sin necesidad de montarnos en el DeLorean. Un viaje más corto de
apenas cuatro décadas nos retrotrae a las catacumbas del museo donde todavía
nos espera “The reflecting pool”. La prehistoria tecnológica del video de
aquella época no es obstáculo para que surja la sorpresa, el tiempo suspendido
en el escorzo del bañista deja paso a la contemplación de los mundos paralelos
que espejean el devenir de nuestra propia existencia.
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Sharon y Madison |
Y finalmente, “El mensajero”, para
recordarnos que la vida es un instante al que asistimos atónitos, igual que el
hombre que emerge de las aguas y después se pierde entre las sombras recreadas
en San Andrés, conclusión de este vía crucis espiritual al que se asiste casi
en trance, el alma henchida y el cuerpo agotado, a semejanza de lo que ocurre
cada Semana Santa, cuando en esta plaza en la que termina la aventura de esta
exposición, despedimos los últimos pasos de la pasión de Cuenca, y el
Resucitado vuelve al templo al amparo de su madre.
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El mensajero |
Apenas queda un mes para vivir esta fiesta de las emociones que viene sucediendo
en nuestra ciudad casi con sordina, un tanto de incógnito, escondida entre el
ruido de nuestras batallas cotidianas. No se la pierdan.