lunes, 27 de mayo de 2019

SAN ISIDRO II: EL REY DEL TOREO MODERNO.

El rey del toreo moderno

Para los que ya llevamos unos cuantos años calentando la piedra de esta plaza, seguir acudiendo cada tarde al reclamo de los abonos de la temporada requiere una reflexión previa que no siempre es fácil. No se trata de que la programación ofrecida por la empresa no sea atractiva. Por las Ventas pasa cada año el planeta de los toros y al margen de alguna que otra ausencia, lo que vemos es lo que hay. Cada nueva primavera crujen más las rodillas camino de la andanada y a tu alrededor pocos entienden la obstinación que te conduce cada tarde a ese lugar extraño en el que tu anatomía sufre en el asiento, el espectador de la fila de atrás te clava las rodillas en la espalda y en las tardes de viento, el frío se te cuela hasta las entrañas aunque lleves encima una manta zamorana. La explicación se halla en que, a pesar de todo, la felicidad sigue habitando en ese universo raro donde la vida real queda suspendida durante las dos horas en las que el campo entra en la ciudad y unos personajes que parecen de otro tiempo se entretienen en burlar de mejor o peor manera a un toro, mientras los demás extraemos de ese juego, lecciones para nuestro propio espíritu.    

Si “Monsieur le producteur” nos tiene anunciado para la semana que viene un homenaje al encaste Albaserrada por el centenario del debut en Madrid de la ganadería del Marqués, la segunda semana de San Isidro es un homenaje sin publicidad al encaste Domecq, si no quieres caldo, toma seis tazas sin protestar. Como toda regla tiene su excepción, la norma del toro dócil la rompe la corrida de El Pilar, me dicen los que allí estuvieron, que siempre que el abonado descansa una tarde dando por descontado que toros y toreros serán fieles a su mediocre trayectoria anterior, salta la liebre, los de Moisés Fraile pegan bocaos y Gonzalo Caballero vuelve a ser aquel torero sincero siempre dispuesto a cambiar el hambre de triunfo por el tabaco fuerte de la cornada.

El Cid

La primera tarde de Roca Rey en Madrid nos coge enganchados todavía al aroma del toreo eterno de Pablo Aguado. Como ya pasó en Sevilla, ese recuerdo reproduce sobre la arena venteña la confrontación entre la pureza del toreo clásico y la propuesta del toreo moderno que el sistema mediático y empresarial nos quiere vender como la norma de todas las tardes. Ese recuerdo es el que provoca  que el público saque al Cid a saludar en su última comparecencia isidril en memoria de su grandeza en esta plaza y se olvide de López Simón que el año pasado firmó su quinta puerta grande en las Ventas. Tampoco nadie recordará mañana la orejilla que corta el de Barajas al segundo por una de sus faenas insustanciales de toreo mecánico y sin mando que gracias al truco de las bernardas y a una estocada hábil de rápido efecto le permite eso que ahora llaman los cronistas, puntuar.

En la cosa del neotoreo, Roca es el rey. Andresito viene con la escoba para barrer a los julianes, pereras y castellas que hasta ahora eran los que mandaban en el circo del toreo espurio practicado al toro bobo, la categoría de animal obediente que se deja dar pases de acompañamiento para que el torero disfrute, y sin exponer un alamar, pueda facturar sin pausa en una larga temporada sin percances. Los Parladés de este año cumplen con creces esa expectativa pero es un sobrero del Conde de Mayalde el que trastoca el plan previsto y se lleva por delante al peruano por dimitir de la verónica en los lances de recibo e intercalar capotazos de adorno por la espalda que no vienen a cuento. La tremenda paliza le deja mermado y al aficionado suspicaz preguntándose por la naturaleza del tejido de la negra armadura que un vestido hecho trizas deja al descubierto por debajo de la taleguilla. El parte de Padrós nos dirá después que tras degollar al tercero con un feo bajonazo, Roca fue operado de una cornada de seis centímetros en el muslo que no le impidió continuar la lidia para firmar en el sexto su mejor faena en Madrid. Comienza con los recurrentes pases cambiados por la espalda en los que el toro sale abanto. Se da cuenta y en seguida lo fija con una técnica prodigiosa que sin terminar de ganarle terreno al toro, tampoco lo pierde, y utiliza una muñeca privilegiada para despedirlo en la distancia y volverlo a recoger en la adecuada ligazón que sin perder ceñimiento, levanta clamores. Faena rotunda sobre ambas manos y las inevitables bernadinas para cambiar el olé por el uy, y firmar un final que sube enteros en una trinchera y en un pase del desprecio tras el cual coge al toro muy en corto y consigue una gran estocada al encuentro. Un triunfo incuestionable que a un servidor le deja frío, lejos de la conmoción que provoca el toreo de siempre, el que brota de la exacta colocación en el sitio, del dominio que surge al cargar la suerte para llevar toreada la encastada embestida, parar, templar y mandar poniendo el alma en el empeño. La partida continúa entre las dos propuestas, se viene librando desde que mi memoria de aficionado alcanza, Espartaco o Chenel, Ponce o Rincón, El Juli o José Tomás, ¿Roca Rey o Aguado? Seguiremos informando.

Roca Rey

Los Jandillas sacan algo más de picante de lo esperado, sin tampoco ser la cosa como para tirar cohetes pues la corrida se convierte en un tostón que el abonado en el fondo agradece para relajarse un poco, después de tanta intensidad, y aprovecha para echar la tarde conversando con sus vecinos de localidad sobre las elecciones del domingo o la vergüenza de temporada que ha hecho el Madrid. A Castella se le nota apagado. No se sabe si es porque no quería esta corrida y la torea obligado por el bombo, o porque el día anterior un tal Roca Rey le quitó el discurso y su habitual faena ligerita de pedresinas en los medios, toreo fueracacho y arrimón final no convence igual a las masas.

Emilio de Justo ha sido premiado por la empresa con esta corrida después de su triunfo en Otoño pero en el territorio de las figuras parece sentirse como un torero al otro lado del telón de acero, que diría Sabina, y no se acopla a las embestidas de sus toros, demasiado acelerado y destemplado, y sólo se encuentra a sí mismo en la estocada con la que cierra su actuación, como si presintiera que después de esta tarde a contraestilo, su versión más poderosa está pidiendo que lleguen las ganaderías de Victorino e Ibán, las que le quedan en el ciclo. También anda por el ruedo Ángel Téllez que venía a confirmar su reciente alternativa y cumple con el papel de comparsa que pasa inédito por la tarde. Cómo sería la cosa que recibe su mayor ovación por quedare quieto en el tercio de varas del quinto toro cuando el animal pasa por su lado al salir suelto del puyazo.

Tertulia campechana

Al día siguiente, Juampedritis aguda, capítulo tercero, con el propio Juan Pedro Domecq en la meseta de toriles explicándole al Rey emérito el secreto de la bravura, mientras sus pupilos claudican en el ruedo, acuden al caballo como mero trámite y eso sí, se dejan en la muleta menos el primero y el lote de el Juli. Ponce también oficia de anfitrión y consejero áulico y contempla aliviado el sino de su sustituto, que anda por la plaza como alma en pena, peleado con el viento y las telas. Julián se muestra incómodo toda la tarde, como el intruso que se cuela en una fiesta a la que no ha sido invitado. No se da nada de coba con el segundo y tira por la calle de en medio en cuanto el toro le pone mínimamente en aprietos. El cuarto se parte una mano en el último tercio, y ante la evidencia de que se le va la tarde en blanco, el Juli trata de pasarlo de muleta entre las protestas del público mientras lanza miraditas conminatorias al palco que obedece al amo y devuelve el toro. El presidente Trinidad López Pastor se cisca en el artículo 84 del Reglamento Taurino y en la prohibición de sustituir un toro que se ha inutilizado durante la lidia. Con el sobrero de Algarra, lo intenta en un trasteo sin alma ni enjundia en el que la gente no entra. El efecto Roca Rey sigue pesando y diluye las versiones más decadentes del toreo moderno. Julián acaba con el toro en el tercer intento y tras dos julipiés infructuosos, lo manda al otro barrio matando literalmente a paso de banderillas.

Paco Ureña es recibido con enorme cariño por la plaza que le muestra su apoyo tras su percance en el ojo del año pasado y le saca a saludar. Sortea un lote bonancible pero no logra compactar faena a ninguno de sus toros, acaso la mejor sea la del tercero en el que no toca pelo, y en la que comienza con poderosos muletazos flexionando la pierna contraria, para perderse después en una labor con demasiados altibajos donde aparecen buenos naturales aislados junto a otros en los que no acaba de hallar la reunión necesaria con el toro. La oreja del quinto debe entenderse como el aliento de la afición de Madrid a un torero muy querido y maltratado por la suerte, pero no se justifica ni por la calidad de la faena ni por la colocación del espadazo.

David de Miranda

David de Miranda confirma por fin la alternativa que le otorgara José Tomás en las colombinas de Huelva de 2016, y lo hace dos años después del percance sufrido en la plaza de Toro que le mandó directamente al hospital de paraplégicos de Toledo con la única esperanza de volver a caminar. Con su aldabonazo en el sexto desmonta el tinglado adocenado del padrino, y trae consigo un soplo de aire fresco en una faena muy reunida, a despecho del viento y del sistema, con los inevitables pases cambiados para empezar y las bernadinas de marras para culminar, pero en el medio por fin el toreo en el sitio, la figura erguida y la mano muy baja, sin perder terreno, sin carreritas, sin esconder la pierna contraria, sin todas esas mentiras que el "establishment" dice que son imposibles de poner en práctica para justificar a los que no quieren pisar el lugar en el que los toros cogen. Puerta grande de ley, en una tarde en la que la ley fue quebrantada por otro presidente que no debe pasar ni un minuto más en el palco.


La semana Domecq la cierra el hierro de Pedraza de Yeltes, ganadería siempre esperada con interés por las continuas noticias de su bravura que vienen del norte y aquel recuerdo de la gran corrida de 2015 que se ganó un rincón en el corazoncito del aficionado, para no ser confirmado nunca más, tampoco esta tarde. La decepción es mayor porque en el cartel figuran Octavio Chacón y Javier Cortés, una pareja de toreros que en la temporada pasada ilusionaron a la afición venteña con otra forma de concebir el toreo que apuntaba indicios de regeneración del escalafón que este año parece no tener continuidad. A Chacón es una gloria verle en los dos primeros tercios, cuando el toro todavía tiene fiereza y su capote hipnotiza esa pujanza y la domina guapamente. Siempre lidia con solvencia y está atento a la colocación exacta en la plaza como si de un Luis Francisco Esplá reaparecido se tratara, pero es tomar la muleta y oscurecerse el horizonte, su toreo se vuelve mediocre y retorcido, y en lugar de pedir poetas, echa de menos las tarascadas de la dureza con la que suele salir airoso. Javier Cortés completa con esta corrida su paso por Madrid y se va sin decir nada en ninguno de los cuatro toros que ha sorteado, metido en un bache con capote, muleta y espada del que esperamos se recupere pronto y mientras tanto recordaremos aquel aserto de los viejos aficionados que decían que no hay que ir a la plaza siguiendo a ningún torero sino sentarse a esperar y aplaudir al que lo hace. Juan Leal tampoco hizo el toreo y a pesar de ello se llevó la orejita de la lástima, la auriculam doloris de todos los años al cobrar una cornada de 25 centímetros en la región perianal y a pesar de ello mantenerse en el ruedo para terminar su faena encimista y matarlo con arrojo, eso sí. Hasta entonces ejecutó con ortodoxia las enseñanzas de la escuela de tauromaquia del Juli donde se formó y tras un inicio de rodillas en el que levantó a la alicaída parroquia pasándose el toro por la M-30, continuó de pie con un concierto de tosquedad, a base de pico y mantazos que no le libró de ser cogido por el antifonario cuando corría en pos de la posición para el obligado de pecho. Los maestros antiguos decían que si el toro te tiene que coger, al menos que sea toreando.

Juan Leal

No hay comentarios:

Publicar un comentario