jueves, 18 de febrero de 2021

LA ESCOPETA NACIONAL



En “La escopeta nacional”, Berlanga y Azcona retrataron la podredumbre del tardofranquismo a través de la delirante cacería sufragada por Jaume Canivell, el empresario catalán con la cara de Saza que trataba de colocar su negocio de porteros automáticos en medio del aquelarre de los poderes fácticos del régimen, de la misma manera que el candidato Illa se dedicó a medrar en el escenario electoral para conseguir los votos necesarios que le permitieran seguir financiando un proyecto cuya finalidad era la permanencia en el poder central y autonómico de los muñidores de la coalición de gobierno, con la independencia de fondo como negocio imposible. Ahora el Marqués de Leguineche sería Pujol, y su hijo tonto, Puigdemont, esperando en el telefonillo que le abran la puerta de la amnistía.

Cuando la RAE introdujo el término “berlanguiano” en el diccionario, debiera haber admitido una acepción específica aplicable al guion del “proces”, pues la campaña para conformar el nuevo parlamento se ha desarrollado como un plano secuencia cuya puesta en escena hubiera sido preparada por don Luis. En los papeles estelares del reparto de la farsa, un ministro que recomendaba el confinamiento para Madrid en septiembre y animó a votar en Cataluña en febrero, una candidata en cuyo currículum figuraba una imputación por corrupción y la condición de testaferro de un presidente huido y un vicepresidente de buena familia vicario de un mártir iluminado, ejemplo paradigmático de cómo la burguesía catalana se adapta al medio para seguir controlando todos los resortes del poder.

 

La película de la república nonata llevaba pendiente de estreno desde que Artur Mas fue a pedirle a Rajoy una subvención para empezar a rodarla a la manera vasca y contra todo pronóstico, teniendo tanto en común, el sobrecogedor mayor del reino y el mago del “tres per cent” no se entendieron. Expulsado del cupo de cineastas consentidos y hostigado por los tramoyistas radicales que le afeaban los recortes, el eterno delfín del pujolismo huyó hacia adelante y montó el rodaje de un proyecto inconcluso cuyo título empezó siendo “Espanya ens roba” y acabó en la premier de ocho segundos que el sucesor puso en escena antes de seguir haciendo comedia en Waterloo.

 

Es poco probable que en este momento alguien coja el testigo de Berlanga y Azcona y con su sello de amargura amable, retrate de nuevo el panorama político que se abre tras las elecciones, en el que otra cacería se organiza desde el gobierno para abatir el veredicto de sedición con las armas del indulto. Se trata de convertir en cadáver exquisito el supremo esfuerzo de Marchena por encontrar una condena proporcionada a la reiterada obsesión de los cabecillas de la revolución de las sonrisas por quebrantar la ley. El tercer grado concedido a los condenados para que pudieran hacer campaña con la anuencia de la fiscalía, pasará a la historia de la inveterada querencia hispánica por la autodestrucción, no en vano el pueblo ha hablado finalmente y ha querido premiar por activa o por pasiva al gestor de la pandemia, a un preso y a un fugado.      

 

El presidente Sánchez ya tiene lo que buscaba. Los independentistas vuelven a interpretar como plebiscito unas elecciones en las que sólo ha votado la mitad de los catalanes. La pírrica victoria del efecto Illa debilita al constitucionalismo y fortalece a la ultraderecha para seguir alimentando sin oposición real, la estrategia de apaciguamiento con los separatistas que probablemente conducirá a un referéndum pactado. El activista que actúa de vicepresidente se ha pasado toda la campaña denunciando la existencia de presos políticos en la democracia de cuyo gobierno forma parte y en pago a los servicios prestados, recibirá el Goya a la mejor labor de agente doble que se recuerda al servicio del desprestigio de la nación.

 

Al final de “La escopeta nacional”, el pagano de la cacería no consigue hacer negocio y los protagonistas del esperpento siguen intentando esquilmar a nuevos primos en las sucesivas entregas de la trilogía. Sigan atentos a sus pantallas.