jueves, 28 de abril de 2022

JUGADORES DE VENTAJA



La revelación del escándalo de las conversaciones jaqueadas a Luis Rubiales y Gerard Piqué, Rubi y Geri para el siglo, pone en escena esa cultura capitalista consolidada en nuestros usos sociales que invariablemente acude al tráfico de influencias para aumentar el beneficio económico. Es España un país propicio para que la envidia inveterada inscrita en nuestro carácter demonice al triunfador y considere sospechosa la acumulación de montañas de dinero. Piqué lo pone aún más fácil gastando esa imagen de futbolista sobrado y faltón, perdonavidas habitual de las redes sociales y opinador implacable de los vicios ajenos, empresario de éxito capaz de ganar un mundial, emparejarse con una rutilante estrella de la música, cambiar la fórmula de competiciones varias y elevar su cifra de negocio al mismo tiempo.  

Sin necesidad aparente de cultivar sus amistades peligrosas para llegar a fin de mes, la única explicación posible para que Rubiales y Piqué obviaran el evidente conflicto de intereses presente en la operación, no pudo ser otra que la codicia y el regodeo en la desfachatez de considerar que todo lo que no es ilegal es ético. Esa capacidad de autoindulgencia llevó después a ambos personajes a pasearse ante los medios, presumiendo de las ganancias obtenidas para su peculio porque coincidían con el beneficio de toda la federación y del fútbol modesto cuyos jefecillos garantizan casualmente la permanencia en el poder del gerifalte mayor. El bochorno fue completo cuando el heredero de Pablete Porta y Pedrusquito Roca, el sucesor del “villarato” que siendo el jefe de los árbitros, cobra más si Real Madrid y Barcelona se clasifican para la Supercopa, se permitió alabar las virtudes catárticas del contrato alcanzado con la satrapía saudí. Sobre la carga de tener que convivir con esta laya de inmorales, hemos de soportar además que se proclamen adalides de un feminismo reducido al hito de que a la mujer árabe se le conceda acudir a un partido, para seguir siendo ninguneada cuando el show de Rubiales eche el cierre a la función.

El fútbol no es más que el espejo de la sociedad y Piqué, un trasunto de esa casta de instalados por la que transitan el hermano de Ayuso, el primo de Almeida, el marido de Calviño, los padres de Sánchez. El mundo de los negocios es amplio y multifacético y es difícil creer en el azar como guía para que la trayectoria profesional del pariente que pasaba por allí y las necesidades administrativas coincidan con tanta frecuencia, sobre todo en un momento histórico de emergencia pandémica en el que la adjudicación directa era la norma, y la urgencia, el pretexto inmejorable para la falta de control. Los nepotes de esta época se asoman demasiadas veces al tráfico mercantil, en donde la confusión entre lo público y lo privado genera una meritocracia de contactos en la que estar bien relacionado equivale a la mejor oferta.

El clientelismo que nos anega está concebido para funcionar en ambas direcciones, y el fin de fiesta suele conducir a una puerta giratoria donde el agraciado se enreda sin pudor en espera del cobro de los servicios prestados a través de la pingüe poltrona de un consejo de administración. Es una querencia al atajo que se manifiesta en todos los ámbitos de esta españita nuestra del enchufe y el sobre, del convoluto y la mordida, en donde quien no tiene padrino no se bautiza y llevárselo muerto es el deporte nacional. “Siglo veinte, cambalache problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil”, decía el tango de Santos Discépolo, que hoy sigue vigente casi cien años después de su creación, pues para qué estrujarse el caletre y laborar de sol a sol si con una llamada a la persona indicada, se puede triunfar jugando con ventaja.

Decía Cicerón que la victoria es arrogante por naturaleza, pero tenía más razón Séneca cuando sentenció que vencer sin peligro es ganar sin gloria. 



jueves, 7 de abril de 2022

EL REENCUENTRO



Y por fin, el reencuentro. Vuelven los días sagrados, las fechas que unen nuestro ser con la infancia, la ruta por la senda empedrada de recuerdos siguiendo al corazón tras la belleza, la cita con el dolor que conduce a la alegría.

Regresará la pasión del Jueves Santo, la inquietud conspirando entre las nubes y el astro redentor que se abre paso encendiendo la mirada hasta el crepúsculo. La imagen venerada emergerá de las entrañas del pasado para llenar de majestad púrpura la hoz entera. Y volverá el encuentro con los viejos hermanos, con la luz inextinguible en el balcón de Aurelio, con el resolí de Antonio y su dulce bienvenida, con la bonhomía intacta del gran Teófilo, el primero de todos nosotros. Regresará la ansiada intimidad bajo el capuz. El camino templará las urgencias de la tarde cuando atravesando el campo de San Francisco, la campana se funda con el tiempo y rememore el origen de todo. 



Unas horas antes, la noche se habrá conmovido con el silencio que hace vibrar los olivos que convocados en San Esteban, nos hablan de plegarias y traición, de negación y arrepentimiento. Hay una cercanía de latidos que hermana a todas las almas cuando son reclamadas por el trasiego de los pasos en la curva de la Audiencia, el árbol del amor como testigo asombrado de las multitudes varadas en la contemplación del temblor de la llama en las tulipas. Y en la comunión de los espíritus ávidos de nostalgia que se congregan en la bajada de San Pedro, hay una emoción antigua que los requiere al son de los ecos inefables de las horquillas que lastiman nuestro pecho, mientras en las fachadas absortas se proyecta la sombra de los siglos.

Es la hora del rito y la condena. De nuevo el mar de los tambores remontará el Júcar con su danza, la herida sangrando en los clarines rasgará la tiniebla ensimismada, de nuevo el fulgor del plenilunio y el canto apagado de la fragua, de nuevo un bosque de palillos y el clamor anegando ya la plaza, un haz de misereres escondidos aplazando el grito y la venganza y dónde por la serranía, tan de mañana, San Juan, al compás estremecido, ay que se va, que se va, de Jesús que baila y muere, de nuevo la soledad.



Ya están renovando los banceros su ancestral vocación de ser calvario, al mecer las andas que son cruces sobre el hombro morado de martirio. Y están pidiendo a gritos ya la calle después de un trienio de penumbras, guiones, faroles y estandartes, anunciando al porvenir la buena nueva de los pasos encarando el horizonte, desmintiendo su destino de hornacina, en la ciudad pendiente de un milagro. Cuenca actualiza los prodigios cuando ve llegar el Viernes Santo y un madero amarfilado de agonía desciende acompañando nuestra angustia, cuando el dardo gris de la lanzada enhebra el esplendor del mediodía y la piedad comparece estremecida, envuelta en los espejos del camino.

Retornará la procesión de los susurros a la vera del Huécar. Una madre solitaria, sostenida por los hombros y las almas, velará el espanto del sepulcro, ese cuerpo que ahora yace, derrotado y final, sobre su llanto. Y una cruz irá meciendo su lamento, desnuda ya de estruendo y madrugada, allí donde el rumor de las horquillas es el único consuelo que nos queda frente a la intemperie.



Y por fin el reencuentro. Demasiado tiempo sin poder contemplar la gracia de la esperanza verdecida proclamando la primavera en San Andrés. La vida nos enfrentó a un memorial de ausencias por el que discurrieron verónicas imaginarias mostrando nuestro rostro desolado y amargas soledades que atravesaron los silencios bajo un palio de abismos insondables. Demasiado tiempo sin sentir la maravilla, el momento del soñado privilegio, caminar a su lado por el Peso, aferrado a la caña que nos guía. 

El manto del dolor caerá un domingo, la resurrección será renacimiento y la dicha un vuelo de palomas.



Imágenes de Joaquín Ruiz Arteaga