miércoles, 29 de abril de 2020

CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS: VI. LA NUEVA NORMALIDAD.


Seis semanas de confinamiento no son suficientes para justificar la depresión y si el gobierno necesita prorrogar el estado de alarma hasta el verano cuenta con mi apoyo, nadie acertó a prepararse para esta pandemia y cualquiera se hubiera visto sobrepasado por sus dimensiones. Seis largas semanas con la moral alta, mes y medio como quien dice y se me pasan los días volando, ya ves, no tengo horas para la cantidad de cosas que tengo que hacer, entre el teletrabajo del ministerio por la mañana, las mil recetas nuevas que preparo cada día, echar una mano a los chicos con los deberes, la clase “online” de pilates, el "zoom" con los amigos y la videollamada familiar, llego a la noche rendido, se me cierran los ojos y ni siquiera puedo acabar el capítulo de La casa de papel, la serie que me tiene enganchado, a este paso voy a salir yo antes del encierro que ellos del Banco de España.

La verdad es que no echo de menos la calle para nada, hay que reconocer que este virus también tiene cosas positivas como el redescubrimiento de nuestro mundo interior. Tanta obsesión con viajar al extranjero, oye, es que no perdonábamos ningún puente y luego el veranito obligatorio en la playa, con lo incómoda que siempre me ha parecido, cuando en realidad teníamos pendiente la excursión por nuestra casa, que hay que ver la cantidad de cosas superfluas que guardábamos en los armarios y hemos aprovechado para tirar. Hubiéramos tachado de loco al que nos dijera que resistiríamos tanto tiempo aislados sin extrañar las costumbres de antaño, pero te digo una cosa, yo casi prefiero beberme la cervecita del aperitivo aquí en casa, al fin y al cabo es más barato y la terraza es tan amplia que se puede tomar el sol.

Y lo bien que están aguantando los críos, cuántas lecciones están dando a los irresponsables que se saltan las normas y salen a la calle con cualquier pretexto, el domingo pasado, sin ir más lejos, cuando el gobierno permitió la hora de juego, el pequeño no quería salir a la calle, fíjate tú que le daba miedo y decía que prefería quedarse en su cuarto con la consola, pero hasta ahí podíamos llegar, entre todos le convencimos y luego cuánto disfrutó paseando con la bici por la acera, que nosotros no hicimos como esos maleducados que aparecían en el video que mandaron por whatsapp en el que se les veía jugando al fútbol en el parque con el permiso de sus padres y corriendo como locos en todas direcciones sin respetar el distanciamiento social. Han estado a punto de conseguir que el presidente se volviera atrás y no nos dejara hacer deporte al aire libre a partir del próximo fin de semana, el otro día no pude más y tuve que hacerle una foto a mi vecina de enfrente porque cada vez que quiere echarse un cigarro tiene la desfachatez de bajar al banco que hay al lado de su portal y fumárselo allí, tan pancha, ya he colgado su imagen en mi Facebook para que lo sepa todo el mundo.

Personalmente creo que habría que aplazar la desescalada, la gente es muy inconsciente y en cuanto recupere la libertad, se va a lanzar en masa a disfrutar del buen tiempo que se pronostica y luego vendrá otra vez Pedro con la rebaja, que bastante han tenido ya que aguantar nuestros sanitarios con la precariedad en la que los han dejado los recortes para que les expongamos más todavía, no sólo hay que aplaudir a las ocho de la tarde sino predicar con el ejemplo y quedarse en casita hasta que las autoridades nos digan lo contrario. Lo que peor llevo es no poder visitar a mi madre, la pobre estaba en la residencia y se ha librado del virus como una campeona, en su centro tomaron muy pronto las medidas adecuadas y sólo han muerto seis abuelos pero no se sabe realmente si estaban infectados o fue por causas naturales, por suerte puedo hablar con ella todas las semanas y es ella misma la que me ha quitado la idea que tenía al principio de traérmela para casa, se encuentra tan a gusto allí que no quiso ir siquiera con mi hermana que vive sola y ahora con el ERTE no tiene obligaciones laborales.

Cuando todo esto acabe, debemos cambiar nuestras costumbres, por mí podrían cerrar la hostelería hasta navidad como dijo la ministra, el presidente ha sido demasiado atrevido permitiendo salir tan pronto, la nueva normalidad no se construirá sin nuestro sacrificio. Hay que tener prudencia porque puede haber más oleadas y si hemos sido el primer país del mundo en muertos por millón de habitantes, fue porque tenemos la población muy envejecida y recibimos mucho turismo, y nuestros usos sociales fomentan el contacto y la masificación, pero ahora tenemos la oportunidad de cambiar las cosas, hasta que no salga la vacuna como en casa en ningún sitio y cuando nos dejen, podremos hacer pequeñas escapaditas a la casa del pueblo, a respirar aire puro y llenar la España vacía, que buena falta le hace, disfrutaremos del paisaje y de las cosas sencillas, bien puesta la mascarilla y con la nueva vida por estrenar.




martes, 21 de abril de 2020

CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS: V. EL FANTASMA DE LA LIBERTAD.


"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”, pero sufre a diario el acoso de los que tratan de obtener ventaja de nuestra actual situación. Se acerca el día del libro, y la conmemoración de la muerte de Cervantes nos hace recordar que el Quijote se escribió en una cárcel, allí “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”. Cuatro siglos después, nuestra cárcel cotidiana no parece tan terrible si la muerte no ronda a los tuyos y no pones mucho la televisión. El gran hermano de este momento comprueba complacido lo bien que nos sienta el recogimiento, la alegría terapéutica de los balcones, los beneficios extraordinarios sobre la polución.  Cuando todo esto pase, saldremos mejores, con la casa ordenada, seremos más cultos, estaremos más limpios, no habrá dolor.

Los bulos que infectan las redes sociales no son tan peligrosos como las tentativas autoritarias que los poderes públicos proyectan aprovechándose de nuestra condición lanar. Consciente de los errores cometidos en la prevención y la contención de la epidemia, el gobierno no puede permitirse perder la batalla de la opinión pública y a este fin orienta buena parte de sus energías. Las homilías semanales del presidente Sánchez, del que sus asesores pretenden hacer una mixtura pueril de Churchill, Kennedy y Suárez, tratan de encubrir la evidencia de que el gobierno sólo nos ofrece luchar contra el virus por nuestros propios medios. El calabozo en el que resistimos es la panacea contra el enemigo frente a la inacción de unas autoridades incapaces de liderar una política eficiente que dote de equipos de protección a sanitarios y enfermos, que ponga de una vez en marcha la práctica generalizada de pruebas de detección. Resulta en cambio más fácil ensayar una deriva totalitaria dirigida a deslegitimar el control parlamentario de sus decisiones mediante la falacia según la cual no es ahora el momento de criticar sino de arrimar el hombro, como si ambas cosas fueran excluyentes, al tiempo que se intenta censurar la labor de los medios de comunicación privados, a un paso del ideal del Vicepresidente Iglesias sobre la materia. Acaso la ocultación de las cifras reales de fallecidos que se calculan prudentemente en el doble de las oficiales, sea la mayor de las mixtificaciones que ha traído este tiempo oscuro en el que no hay espacio para el luto y la verdad ha quedado abolida.

La última estrategia del entramado de imagen al servicio del gobierno ha sido recurrir a la manipulación sin complejos por medio del CIS, perpetrador de preguntas capciosas para ir orientando al pueblo sobre las virtudes del pensamiento único. Se empieza predicando la eficacia del distanciamiento social y se acaba por creer que la libertad de expresión puede encerrarse en las dimensiones de una pantalla de plasma. Contra las noticias falsas el único tratamiento aceptable es el que pueda ofrecer una justicia ágil e independiente que excluya la necesidad de usar a la Guardia Civil como instrumento para minimizar el clima contrario a la gestión negligente del gobierno.

Quien controla la información, retiene el poder. No es casualidad que en todas las catástrofes que han asolado esta atribulada tierra desde el comienzo del siglo, el terrorismo islámico en 2004, la crisis económica en 2008 y ahora esta epidemia, en la escena política se haya librado siempre una pelea feroz por la confección de eso que los cursis llaman el relato, lo cual llanamente consiste en hacer electoralismo al tiempo que se entierran los cadáveres, los que dejará la recesión que se avecina y los de verdad. 

El gobierno anuncia el espejismo de la desescalada, pero el término no existe en el diccionario. Ahora que se ha incrementado el consumo de contenidos audiovisuales en nuestros hogares conviene revisar “El ángel exterminador”, la alegoría de Buñuel sobre la sociedad burguesa de su época. En ella, los personajes no consiguen abandonar una mansión donde han sido invitados a cenar. Una fuerza irresistible les impide escapar más allá de sus muros y obligados a convivir indefinidamente, les invade la desesperanza, pierden la compostura, se encanallan, se envilecen, hasta acabar mimetizándose con los borregos que cierran la película persiguiendo mansamente el fantasma de la libertad. 


miércoles, 8 de abril de 2020

CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS IV: EXILIADO EN SEMANA SANTA.



Hay pocas cosas más tristes que quedarse en Madrid por Semana Santa. A la incertidumbre natural de la reclusión se une la pesadumbre de no poder revivir la pasión del sacrificio y la representación del calvario que cada año nos redime de nuestros múltiples pecados cuando volvemos para retomar la senda de la ciudad de la infancia. Desde el exiguo horizonte que se ve desde mi ventana, contemplo marcharse el viernes de dolores por una carretera vacía que no conduce a ninguna parte.

Camino por mi casa extrañando el pasillo íntimo en el que se convierten las calles de Cuenca por estas fechas, la ciudad entera transformada en el cuarto de estar de la alegría por la suerte del reencuentro. El ambiente único que viste de intimidad los lugares más concurridos abrigando el regreso del desterrado, pesa hoy en el recuerdo como un banzo de añoranza que hiere el ánimo del confinado en las cuatro paredes del corazón nazareno. Por las plazas empedradas de nostalgia, transcurre la memoria del exiliado, sus recodos mágicos aún conservan nuestra huella en cada rincón.


En los tiempos de libertad, si alguna vez el destino me situó en otro lugar durante el primer plenilunio de la primavera, ni siquiera el Señor de la madrugada sevillana fue capaz de mitigar la ausencia de su rostro en mi mirada, la orfandad de hallarse en casa ajena cuando sabes que él está en la calle y ese año no encontrarás la dicha de caminar tu ciudad al encuentro de sus pasos, ni la fortuna de divisar su alada compostura hermoseando la tarde. No portar su caña el Jueves Santo es la más lacerante de las renuncias que nos ha impuesto el virus en esta época de ansiedad y lejanías, de luto y soledades.

Apenas la palma en el balcón, la puesta en andas de la fe, y el querido miserere entonado a media voz puertas adentro nos ayudan en estos días aciagos en los que no ha podido reverdecer la Esperanza alfombrando con su manto la tarde santa del martes. En la anochecida del miércoles, tampoco se proyectará la sombra del Ecce Homo en las fachadas de San Pedro ni tendrá lugar la danza estremecida que los olivos absortos entre tinieblas ensayan, allí donde al amparo de San Roque, el culto a la Vera Cruz dio comienzo a todo. La mítica ermita del protector de la peste permanece en nuestra historia como la procesión primigenia en la que Jesús tendió puentes entre pasado y presente. Tampoco este año adivinaremos a lo lejos el leve vuelo de su clámide y habrá que esperar tiempos mejores para contemplar de nuevo cómo se inflama de esplendor púrpura la hoz entera.


Es previsible que la luna llena no comparezca esta vez en la madrugada del viernes al no reconocer su reflejo en el mar de los tambores, es de esperar que alguna herida instalada en un clarín vulnere la tiniebla ensimismada cuando Mangana dé las cinco y media. A la hora del rito y el calvario, un Cristo y su Cirene, tan ansiados, añorarán el baile cegador de multitudes desde la oscuridad de su capilla, mientras la verónica enseña enajenada nuestro rostro desolado en el espejo. La turba confinada ya descuenta los días que restan para volver a sentir el perfil del Nazareno recortado en la puerta salvadora.

No se izará la cruz al llegar el mediodía, la piedad que soporta nuestra angustia quedará otra vez encarcelada junto al madero amarfilado de agonía. En la curva despoblada hoy, yacente está la soledad. No es posible que el árbol del amor haya vuelto a florecer inútilmente esperando un cortejo que no existe. En el exilio, la evocación del estrépito impar de las horquillas es el único consuelo que nos queda frente a la intemperie, mas después del duelo de esta hora, ya se adivina el encuentro renovado, la resurrección que llegará aunque el próximo domingo no veamos danzar la gloria camino de San Andrés.

2008

2009
2013

2014





viernes, 3 de abril de 2020

CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS III: LA MUERTE DEL AMIGO


En Cuenca, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo, Teodomiro Huerta, con quien tanto quería. La elegía que tantas veces entonamos juntos en la música de Serrat es hoy un lamento solitario y el rayo que te ha llevado no cesa de herirnos desde que tus amigos hemos despertado a la evidencia de que nunca más estarás ahí para recordarnos con tu ironía habitual, que la vida será a partir de ahora un eterno lunes difícil de encarar porque ya seremos uno menos para siempre.

Todo esto pasará, decíamos a coro para eludir la tristeza de no poder compartir las cervezas de costumbre, haremos la gran fiesta, celebraremos la fortuna de encontrarnos, pagaremos la deuda de los abrazos pendientes y nadie tendrá excusa para no acudir. Y entonces nos llegó al teléfono tu imagen tras la máscara, el ingreso inesperado en el lugar en el que hace años ganaste una batalla parecida, las primeras bromas sobre la amenaza del maldito bicho y el temor por el acecho del dolor. Aislados del compás de tu latido, cada mañana nos dabas noticia de tu aliento y ese primer mensaje que en los tiempos de libertad inauguraba el chat de cada día, también llegaba en estos momentos de desasosiego en los que tratabas de driblar a la fiebre acosadora como si fueras tu admirado Juanito en Chamartín. Por nuestra parte, vigilábamos el móvil cada hora, te enviábamos las canciones de la banda sonora de nuestra historia común y los mensajes varados sin respuesta anunciaban la venidera soledad. Confiábamos en que el gran Uderzo escribiera un guión distinto desde el más allá que postergara tu partida hacia otros mundos, y te hiciera protagonista de una nueva victoria como el irreductible galo que eras.

La muerte lo concreta todo. Es la certeza absoluta que acaba definitivamente con todas las inseguridades, con la duda permanente, con el desamparo de los solitarios, aquéllos que como tú y el Pío Coronado galdosiano de tu película favorita, tenían ya varios perros enterrados. Bien lo sabías cuando tu coraje nos envió tu despedida anunciando que esta vez no habría gol en el minuto noventa y tres que prorrogara el partido, que para nuestro mal vendría a llevarte la parca, sin dejarnos siquiera el consuelo de empujar al mar tu barca con un levante otoñal. Nos cuentan que te fuiste mecido por la última nevada que sepultaba bajo su manto de madrugada las esperanzas de ese día aciago, penúltimo viernes de cuaresma, preludio del advenimiento del Jefe, como tú llamabas a Jesús de Medinaceli, que este año tampoco estará en las calles por acompañar mejor tu llegada a la otra vida.

Los muertos sin nombre de esta fatal epidemia se han encarnado todos en ti, compañero del alma, tan temprano, en este marzo triste de luto presentido, de duelos y distancias, de pronto abatimiento que acaso podamos derrotar leyendo a Séneca y su enseñanza sobre la necesidad de cultivar a los amigos como si los fuéramos a perder, y al perderlos, evocar su recuerdo como si los siguiéramos teniendo, como ese vino amargo difícil de trasegar por cuya aspereza se puede llegar también a una embriaguez placentera. En tu memoria, Teo, amigo, nos hemos reunido desde nuestras casas y hemos chocado esa cerveza que teníamos pendiente contra la pantalla del ordenador. Que la tierra te sea leve.