Noviembre de 2018. Decenas de activistas
del PACMA se manifiestan delante de un restaurante de la Puerta del Sol de
Madrid, llamando criminales a los comensales que en ese momento degustan las
especialidades del establecimiento. Al parecer difieren del genial Manuel
Alcántara que consideraba al jamón como el mejor amigo del hombre, por encima
de cualquier animal de compañía.
Diciembre de 2018. Adelante Andalucía
propone en su programa electoral para los comicios autonómicos, jornadas laborales
de ocho horas para los animales, dentro de las cuales dispondrán de sus
correspondientes intervalos de descanso. El orwelliano escenario de “Rebelión
en la granja” está más cerca de convertirse en realidad, siendo deseable que no
se materialice también su alegoría estalinista.
Enero de 2019. Grupos de animalistas
practican vigilias veganas para detener momentáneamente a los camiones de terneros
camino del matadero con el fin de reconfortarlos en los instantes previos a
comparecer ante el cadalso. Los conductores acceden y contemplan atónitos cómo
esas atribuladas criaturas lagrimean desconsoladas mientras acarician
tiernamente el hocico de las reses desconcertadas.
Abril de 2019. Se inaugura en Bilbao un
bar para perros, donde se celebran “perricumples” con pizza, tarta y cerveza
degustada por los animales mientras socializan con otras mascotas jugando
alegremente a tirarse por el tobogán de una piscina de bolas. Sus dueños los
miran arrobados y se declaran partidarios del modelo familiar interespecie, en
el que personas y bichos gozan del mismo nivel jerárquico dentro del hogar.
En el escenario de una sociedad
infantilizada y hedonista, la humanización de los animales provoca estas y
otras escenas bufas como la del activista iluminado que se encadena al paso del
toro de la Vega o irrumpe en un ruedo como acción de protesta, para acabar
siendo volteado por un Miura que no entiende de derechos. Al contrario de los
turistas que son devorados cada cierto tiempo por animales salvajes que no
respetan su adanismo, los antitaurinos patrios tienen la suerte de ser salvados
de estos trances por los toreros presentes en el ruedo a los que previamente habían
acusado de asesinato.
El desencuentro entre ambos mundos impide
cualquier posibilidad de acuerdo y los
derroteros de una sociedad cada vez más narcotizada contra el dolor, nos
conducen a un futuro en el que la subversión de los valores tradicionales en
esta materia provoca escenarios como el de los alumnos de la facultad de
psicología de la Universidad de Oviedo que preguntados por sus sentimientos
sobre la pelea taurómaca, dos tercios prefieren la muerte del torero a la del
toro y a continuación se les permite seguir estudiando para ser candidatos a
encontrar luz en las tribulaciones humanas. Es de esperar que en su maduración
académica lleguen a entender que en la corrida no se maltrata al toro, se le lidia
conforme a su condición indómita, siendo el único escenario de la convivencia
humana con animales destinados al sacrificio en el que se les ofrece la
posibilidad de defenderse, la opción de subsistir en la batalla y se les
concede una muerte con honor.
Puede que la suerte esté
echada y el porvenir nos conduzca hacia la ineludible distopía de una
tauromaquia abolida, donde el espectáculo que un día fue glorioso quede como
triste recuerdo en un mundo raro en cuyos ríos se perseguirá a los pescadores como
genocidas y en el que se habrá prohibido el chuletón por las hordas veganas que
desconocen la cantidad de bichos que hay que cargarse para que crezca sana una
lechuga. En ese mañana no tan lejano, las últimas caravanas circenses transitarán
de incógnito nuestra geografía con el temor a ser linchadas por comandos
animalistas que estarán a un paso de lograr que aquellos elefantes que hace un
año sufrieron un aparatoso accidente de tráfico sean incluidos entre las
víctimas de la operación retorno. Será el triunfo definitivo del pensamiento
Disney, capaz de enajenar las mentes de varias generaciones con el recuerdo de
la madre de Dumbo llorando tras los barrotes de su vagón. Entonces, resultará
ya imposible reeducar a la gente en la idea de que el verdadero maltrato
consiste en tratar al animal de una manera distinta a la que exige su naturaleza,
y acabaremos contemplando, si todavía nos dejan, el esplendor del toro bravo confinado
en un zoo.
Viaje por los países avanzados y verá como no existe la tauromaquia. A veces es bueno dejar la boina en casa.
ResponderEliminar¿Te refieres a los países avanzados en Tauromaquia? «Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió». Admito que ni todos pueden deleitarse con un buen cuadro, ni emocionare con una buena faena. ¡Y que viva la Fiesta de Toros!
ResponderEliminarLo peligroso de la bioideología animalista, como del feminismo, es el hecho de haber sido adoptadas por los partidos instalados en el Estado. En contraposición a esto, en Francia existen dos instituciones (Unión de Ciudades taurinas Francesas y el Observatorio Nacional de culturas taurinas ) que para mi las quisiera, y que, llegado el caso, serán nuestros vecinos del Norte, los que salven la Fiesta de toros.
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