jueves, 27 de julio de 2023

LA FIESTA DE LA DEMOCRACIA



Desengáñate lector, que has asistido a la enésima campaña convocado a la fiesta de la democracia: el voto que introdujiste en la urna el pasado veintitrés de julio, no expresa tu voluntad. En realidad, no estabas eligiendo al candidato que querías sino a quien el partido al que votas puso en una lista, tras un largo proceso de meritoriaje en la trastienda electoral cuya falta de transparencia ocultaba codazos e intrigas, dedazos y vetos, servilismo y vanidad. Las primarias que algunas formaciones establecieron para maquillar todo ese vicio yacen en el limbo provocado por el adelanto del festival. 

Los resultados dicen que has decidido seguir apuntalando el bipartidismo que ha sido la seña de identidad de esta provincia desde que comenzó el baile, allá por 1977. El señor D’Hondt deja pocos resquicios al triunfo de la proporcionalidad y la organización de la contienda en circunscripciones provinciales completa en cada elección, la pérdida por el sumidero de miles de votos tan bienintencionados como inservibles. La cantinela del voto útil impuesta por la propaganda ha triunfado finalmente, anulando tal vez tu intención primera de sumar tu voz a otras opciones y para sellar el destino de irrelevancia de nuestra tierra has preferido votar a lo de siempre en lugar de apostar por la vana esperanza de cambiar las cosas. 

Si después de leer esto, todavía sigues aquí, a pesar de todo, y piensas que tu esfuerzo por acercarte al colegio en plena canícula estuvo justificado, es mi deber recordarte que el axioma “un hombre, un voto”, se cumple menos en España que los propósitos de año nuevo. Al menos, puedes considerarte afortunado porque tu papeleta vale más que la de otros compatriotas y es que un diputado por Cuenca cuesta aproximadamente la mitad de votos que un diputado por Madrid. La otra cara de la moneda tiene que ver con tu pertenencia a la España vacía y el escaso poder de influencia de tus tres representantes en el Congreso, acostumbrados a olvidarse de defender tus intereses y acomodarse inevitablemente a las consignas del partido, cuyos dirigentes desdeñarán pronto tu causa para beneficiar a los territorios con representantes nacionalistas, a quienes inevitablemente se entregarán para conservar el poder, convirtiendo tu voto en papel mojado.

Me dirás que te han contado que así es la democracia, que el parlamentarismo diseñado por la constitución tiene unas reglas tan legítimas como los sistemas presidencialistas de elección directa, las elecciones a doble vuelta o las fórmulas mayoritarias de distrito uninominal. El favorecimiento de la gobernabilidad del país exige estas distorsiones en el voto que permiten al ganador obtener catorce escaños más que el segundo con tan solo trescientos mil sufragios de diferencia, y a éste conseguir el cuádruplo de diputados que el tercero y el cuarto, cuando aún le faltan un millón de electores para alcanzar el triple de apoyo. Y todo para que la formación de gobierno dependa del partido liderado por un prófugo de la Justicia avalado por sólo el 1,6 por ciento de los votantes que el domingo acudieron a las urnas creyendo contribuir a la voluntad popular. 

Y en ésas estamos. De momento, se impone el sopor del estío y la dicha vacacional no volverá a ser perturbada por disquisiciones sobre la profesionalidad de los carteros y la variedad de excusas admisibles para eludir la presidencia de una mesa electoral. Las hipérboles empleadas por los candidatos retornan a las mentes de los asesores desde donde salieron un día para que la campaña navegara a bordo de un Falcon o del barco de un contrabandista. Resultaría asimismo hiperbólico que el proyecto de ciudad de esta tierra secularmente maltratada, vaya a diseñarse en Waterloo.




1 comentario:

  1. "Aunque se llamen legislativas, si las juzgamos por su función y sentido, las elecciones al Parlamento son de índole administrativa. Con el sistema proporcional de listas de partido, las elecciones sólo sirven para señalar las cuotas que corresponden a cada partido estatal en la designación de los jefes y subjefes administrativos del Estado. Son pues un asunto burocrático.
    Los ciudadanos eligen pirámides de burocrátas de partido con un jefe absoluto en la cúspide. Mientras que los resortes del Poder interno del Estado, los que otorgan privelegios y concesiones al gran capital, ni se rozan en las elecciones.
    Los electores votan pero no eligen. Refrendar una de las listas de partido no es elegir. Los integrantes de la lista no son elegidos por los votantes, sino por los jefes de partido. No representan, pues, a los electores ni a la sociedad civil. La distribución de cuotas electorales entre partidos sólo puede representar a la sociedad política costeada con fondos públicos, es decir a la sociedad estatal. No se vota a diputados de los electores, del pueblo o de la sociedad, sino a puros delegados de los partidos estatales. Esta realidad formal, que todos pueden ver sin emplear a penas la inteligencia se tapa torpemente con impúdicos velos de propaganda democrática. Todos, gobernantes y gobernados, apuntalan la colosal mentira de llamar legislativas a estas burocráticas elecciones administrativas para cubrir puestos de relieve en el Estado; de llamar representantes del pueblo a simples delegados de partidos; de llamar separación de poderes a la simple separación de funciones públicas entre personas de una misma obediencia de partido; de llamar democracia representativa a esta degenerada oligarquía estatal. Esto es lo que se vota, en derecho formal, con la pasión de votar."
    Antonio García-Trevijano, en Pasiones de Servidumbre (Pasión de votar lo que sea) además de esto considera: "que la abstención es el modo coherente de vivir en la realidad política, la manera útil de estar presente en la ciudad, la forma digna de participar, críticamente, en la oposición a lo público, cuando los gobernados, por la condición antidemocrática del régimen que los gobierna y domina, no pueden intervenir en la cuestión decisiva de la libertad: la formación del Poder."

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