It’s christmas
time. Navidad de bombillas y atascos, de muecas y gritos en televisión. Navidad
anglosajona de noeles, atracones y euforia por decreto, el placebo del
consumismo funcionando a toda máquina con la excusa de un recién nacido que
vino al mundo en la indigencia. Mientras encargamos el cordero y congelamos el
marisco para los días clave, el banco de alimentos nos permite engañar a la
conciencia ingresando en sus arcas unos kilos de arroz.
La felicidad de
nuestras pascuas depende de atravesar estas fechas con la miopía de la saciedad
en la mirada, las injusticias de nuestro entorno aplazadas gracias a un
rutilante velo de espumillón. Ayuda mucho cultivar los ritos ancestrales, despilfarrar
en lotería creyendo que en la quimera de un décimo premiado puede hallarse la
dicha, sepultar bajo una montaña de regalos la intolerancia a la frustración de
nuestros hijos, sacar al abuelo de la residencia para que al menos por una
noche, no le abrase el frío de la soledad.
Colocamos con
boato el nacimiento en el lugar principal de nuestras casas y repitiendo la
historia que el pesebre conmemora, ignoramos al sintecho, al inmigrante, al
marginado. Deberíamos escuchar villancicos en agosto por ver de mantener
nuestro sentido de la solidaridad en otras épocas del año y no sería malo que los Reyes
Magos nos visitaran cada fin de semana para que la bondad impostada que
aprendimos desde niños, siga maquillando nuestro egoísmo en la edad adulta, el
narcisismo y la limosna conviven sin complejos
para seguir alimentando la hipocresía de la sociedad.
Afortunadamente, el sistema se ocupa de
alumbrar el vecindario para que la profusión de luces nos haga mirar hacia
arriba y nos impida fijarnos en la corrupción que repta entre el muérdago y el
acebo. Los informativos también contribuyen lo suyo al encubrimiento y las
noticias sobre la llegada a las casas de un fantoche lapón dejan para después
de las fiestas los escándalos cotidianos, los periodistas de tribunales han
trasladado su guardia a la puerta del mercado para preguntar a las amas de casa
por el precio abusivo de las compras de última hora. Cuando por fin has
conseguido olvidar la última traición del gobierno a sus promesas electorales,
te asalta un anuncio de unos grandes almacenes en el que se tararea una absurda
cancioncilla sobre un elfo y comprendes que todo está perdido.
A los escasos lectores que hayan llegado hasta aquí resistiendo la
tentación de cambiar de pantalla para dejar atrás el enésimo artículo contra la
Navidad, quiero desearles un feliz solsticio, a pesar de todo. La traslación de
la tierra alrededor del sol es un motivo de celebración más a tono con los
tiempos que nos ha tocado vivir.
Es que alguna vez no ha sido así?
ResponderEliminarUn artículo magistral, como siempre.
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