Después del comunicado conjunto contra la empresa de Sevilla con el que se hicieron presentes al comienzo de esta temporada anunciando su ausencia de la Maestranza, algunos de sus voceros los han bautizado como el G5 del toreo. Hace apenas un año proclamaban a los cuatro
vientos su voluntad de hacer gestos que salvaran la decadencia de nuestra
desvencijada fiesta, salían tan ternes en los medios afines anunciándose con
Miuras y si te he visto no me acuerdo tras la cornada que pospuso el trance sine die, o en encerronas
acontecimiento que terminaron en fiasco debido a una intolerable indigencia
lidiadora, y ahora nos vienen con éstas. ¿Tan anestesiado está su espíritu
crítico que no perciben su evidente responsabilidad en la paulatina
desaparición de las señas de identidad que hicieron de la tauromaquia un
espectáculo único que ahora se desangra sin remedio a la vez que lo hace la dignidad del
toro que lidian? Tras las fallidas gestas, ha quedado al descubierto la
verdadera intención de estos trileros del taurinismo que no era otra que
consolidar su posición de privilegio, hacerse más ricos de lo que son y en el entretanto, ir dejando la fiesta como un solar en ruinas.
Para culminar su plan, el G5 del toreo
lo tiene todo atado y bien atado. El líder ético del grupo, el Catedrático de Velilla, necesita seguir
dictando sucesivas lecciones magistrales de suerte descargada y profundidades en paralelo, sin toro ante el que exponer un alamar. El Émulo de Curro
continuará imponiendo las condiciones del albero de la primera plaza del mundo
mientras vienen y van camiones de las dehesas para encontrar un toro al fin que
se preste a admitir las formas de un diestro que ya sólo torea para Dios. El Camarón
de los ruedos nos amenaza con seguir perpetrando fandangos ante sus estilizados
toretes mientras se pregunta por qué palo toreará este año para embelesar a
la crítica y dejar en el olvido su incapacidad para dominar al toro de casta. El Estilista del circular continuará siendo el ojito derecho de la prensa adicta y en lugar de exigirle a su apoderado que le desvele el secreto del toreo de
capa, proseguirá su carrera afianzando su vitola de matador poderoso ante asardinados
bureles que ya salen del chiquero sin pujanza que domeñar. Y, en fin, el Maniquí del Postiguet pretenderá
seguir encubriendo su falta de afición con la retórica del empaque y no parece
estar dispuesto a embraguetarse nunca más con un toro tras la traumática
experiencia vivida con un Victorino en aquella tarde sevillana para la historia.
Mucho me temo que si semejante tropa gana la batalla, esto se acaba, señores.